Estos seis primeros meses del año 2020 han sido caóticos a todos los niveles. Una cuestión de salud pública a nivel mundial ha puesto a prueba la organización y medios sanitarios de los países, así como el nivel y responsabilidad política en las tomas de decisiones en labores de prevención y contención, las cuales han sido un auténtico fracaso en España.
La política española no ha estado a la altura de la crisis en cuestión de sanidad, situación que han tenido que manejar nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y nuestros sanitarios, personal vocacional que tendrá el reconocimiento máximo de la ciudadanía de bien, por su sacrificio, compromiso y trabajo a destajo con el que han salvado muchas vidas, a pesar de no contar con medios y exponer la propia al contacto permanente con el virus. Demandabais más medios, y habéis dado todo lo que teníais en el ejercicio de vuestra profesión, muchos habéis sacrificado vuestra vida, otros habéis sido maltratados, en ocasiones hostigados, por vuestros propios vecinos, pero sois la honra y honor de nuestro país.
No obstante lo anterior, son muchos los muertos en España por la pandemia, estando incluso las residencias españolas a la cabeza de mortalidad en Europa. Resulta mezquino e indigno de cualquier gobernante ocultar las cifras a los ciudadanos, y no se puede esconder por una cuestión de transparencia y responsabilidad, aunque el desastre ha sido de tal magnitud que la duda pesa incluso sobre la capacidad para la operación matemática de contar, aunque también puede ser que esa dote la dediquen a otros menesteres, donde el contador les es más rentable. Desde aquí, nuestro pésame a todos aquellos que han perdido seres queridos, tenemos que exigir trabajo de prevención y herramientas válidas y capaces para el análisis para que no vuelva a suceder. El adiós a multitud de integrantes de una generación maravillosa ha sido muy triste y ciertamente injusto, nadie debería morir sin estar arropado por los suyos y por ello no podemos olvidar que hubo un día en que sucedió, mientras los gobernantes, en lugar de poner todos los medios al servicio de la vida, se dedicaron a otras cuestiones.
Los políticos de este país deberían saber que las operaciones de maquillaje que vienen ejecutando para enmascarar la realidad hacia sus intereses, cada vez son menos eficaces y ello, porque el engaño que ya consideraban eterno ha quedado al descubierto por su ineptitud e inoperancia. Los partidos políticos han vivido una realidad paralela al margen de la ciudadanía, sirviéndose de la representación soberana para traicionarla, gobernando contra el interés general y con el único fin de seguir ostentando la representación; en otras palabras, para seguir cobrando mientras paga el de siempre, el que trabaja. En términos jurídicos el despido de la política española no podría tener otro calificativo que una extinción procedente, porque han venido a quebrar la buena fe contractual entre los votantes y los candidatos elegidos e incluso han abusado de nuestra confianza.
La Democracia y el Estado de Derecho vienen siendo maltratados, y no es de ahora. Las alternancias del bipartidismo han utilizado las instituciones y los poderes públicos a sus intereses, de forma que en la actualidad la falta de credibilidad es abrumadora.
Nos encontramos en un escenario en el que el ejecutivo no gobierna, impone, persigue y manda, el legislativo no legisla, redacta ideología, y la justicia, por el método de nombramientos y control, no es sino un brazo más en la concentración de poder, de forma que los poderes públicos han dejado de lado su independencia y ya no son ni apariencia. Una deriva absolutista domina España, mientras unos y otros piensan en las encuestas electorales, a ver si para la próxima pillan “más cacho”, o más cuota de poder que les permita formas de “chantaje al otro” como medio de control sobre las instituciones para beneficiarse cuando toca, y/o librarse cuando les descubran.
Ser ajenos a estas circunstancias es una falta de responsabilidad, por ello, la ciudadanía debe empezar a ser consciente y remar en una sola dirección, dejando a un lado los contratos de adhesión con publicidad engañosa que proponen los actuales partidos políticos, que piensan en ellos y sólo en ellos.
Las formaciones se enfrentan en el Congreso, Senado, Órganos de Gobierno de las Comunidades Autónomas y en todas y cada una de las instituciones de las que forman parte, y se enfrentan entreteniéndose en lo absurdo, desviando atenciones, con permanentes cortinas de humo de unos y entrando en el juego los otros, de forma que se van permanentemente por las ramas que agitan para hacer ruido en lugar de sanear la raíz para que el sistema crezca fuerte, lo cual no hacen porque la fortaleza del cimiento, supondría de inmediato la exclusión de todos aquellos que lo han viciado y/o se han servido de su vicio, el cual han ido perfeccionando hasta tejer redes de control para seguir viviendo del cuento y del engaño.
Ni un solo partido político habla de lo que hay que hablar, de Democracia, principios democráticos imperturbables y garantías de exclusión del uso y abuso del sistema para desterrar la corrupción. Unos porque ya forman anejo inseparable de lo corrupto, y su publicidad de regeneración es mera campaña y los otros, los nuevos, porque o ya han empezado a saborear las mieles del engaño o bien no son conscientes de que el único camino para que el estado del bienestar triunfe es la defensa a ultranza de la institución democrática, donde caben todos los que quieran formar parte siempre y cuando respeten las reglas del juego “limpio”.
No nos olvidamos de la prensa, cuyo pliegue al poder y a la manipulación hacia el interés supone la quiebra de la información veraz, siendo instrumento clave para perpetuar el engaño, o el autoengaño, porque no se puede defender la libertad de prensa, la de expresión e información cuando se forma parte de la trama.
CIVyD CIVISMO Y DEMOCRACIA, es una Asociación que se ha creado para la defensa de la Democracia y el Estado de Derecho. Nuestro objetivo es informar a la ciudadanía mediante la denuncia pública sobre las claves de la institución democrática y de todo aquello que la perturba e impide el correcto desarrollo del sistema.
La política de hoy supone la quiebra democrática y se sirve del Estado de Derecho, y eso es precisamente lo que hay que solucionar, mediante la unión de todos aquellos que así lo queremos, no necesariamente bajo unas siglas políticas, sino desde un sentimiento sin más interés que el de convivir y vivir de la mejor forma posible, respetando y haciendo respetar las “reglas del juego”, esto es la Constitución.
Jaime Company
Abogado. Presidente de CIVyD Civismo y Democracia